Después de la fotografía es un libro que desea ser profético
y contextualizador a la vez. Logrando más lo segundo que lo primero. Yo siendo
una persona que creció a finales de la generación “x” y a principios de la “y”,
puedo identificarme con una gran cantidad de conceptos acerca del devenir de la
fotografía, pero ya no los veo con asombro sino como algo cotidiano y hasta
obvio. Para mí siempre existió hasta hace poco un gran misterio del
funcionamiento de las cámaras y es que solo debemos apretar un botón y nos
perdemos de todos los procesos hasta llegar a esa imagen que recibimos días
después. Nunca me enteré que antes esa información era algo un tanto más común.
Las nuevas tecnologías actúan de ese modo, son amigables con nosotros a cambio
de la privatización de la información del proceso por el cual estoy llevando
las órdenes que le doy, justo en estos momentos no conozco a ciencia cierta cómo
es que al escribir en un teclado, esa energía se transforma en letras
constituidas por pixeles, que terminan siendo un texto; cosa que era bastante
obvia cuando se usaba una máquina de escribir. Y es una analogía similar la que usa Ritchin
para referirse a la fotografía digital con respecto a la análoga. Pero quiero
seguir con mi ejemplo del procesador de textos para lograr diferenciar lo
digital de lo análogo: Es lo maleable, antes en un proceso editorial se tomaban
pedazos de papel, se hacían miles de borradores y así se podía elaborar por
ejemplo una hoja de periódico. Pero lo que sucede ahora es que todo eso está a
unos cuantos comandos y clics del ratón.
Hago hincapié en un medio distinto al fotográfico para
demostrar que a veces Ritchin le atribuye a la fotografía algo que le pertenece
más a lo digital en sí y que envuelve casi todas las artes sino es que todas
pues por ejemplo con la música sintetizada también puede ocurrir lo mismo.
Podemos de un momento a otro tocar un tambor que una guitarra y pasar a sonidos
que de otro modo no se pueden conocer. El pixel no se limita a la imagen y no
le pertenece.
Para mí el escepticismo de la imagen es algo completamente
cotidiano, no hay nada alarmante en ver mi rostro en el cuerpo de alguien más y
no puedo relacionarlo con la clonación como lo hace Ritchin en su escepticismo
paranoide. Pienso que la clonación no es un reflejo de lo que sucede con lo
digital, si bien hay paralelismos creo que como dice Jean Baudrillard la clonación
es el ejercicio de ser inmortal transformarnos en algo que no es el individuo.
Cada día está más cerca un sueño anhelado que tengo desde
muy joven y es entrar a la realidad virtual, a la Matrix. Esta vida virtual en
un mundo completamente maleable parecido al mundo de los sueños donde cualquier
disparate puede ser posible, un mundo creado por humanos para los humanos. Una
simulación de lo real a lo que tanto le teme Ritchin es lo que yo veo como un
logro. Y los ensayos de lo digital que van abarcando poco a poco todos nuestros
sentidos, pero la vista parece ser lo más importante, quizá por eso Ritchin
hace esas atribuciones a la fotografía digital pues es donde los avances tecnológicos
más se han concentrado.
La simulación es hoy algo tan común como imperceptible.
Tenemos un avatar para miles de cosas y nos divierte hacerlo, nos gusta pensar
que ese yo virtual alcanza el yo platónico. Simulamos la vida y hay quien
pierde lo real por lo virtual. Es más notorio en los videojuegos que en sus
inicios ya intentaban crear un avatar fiel con sus limitadas herramientas, pero
hoy con el reconocimiento facial pueden calcar el rostro de los jugadores en
sus avatares.
Videojuego NBA 2k15, utiliza un escaneo fotográfico para después calcarlo sobre el avatar del videojugador |
Dejando de lado mi fantasía por la Matrix, lo que sí está
sucediendo es el hipertexto con gadgets como Google Glass, que aunque pronto y con defectos son los primeros
intentos de vulgarizar una herramienta para que en tiempo real comuniquemos qué
estamos haciendo, dónde, qué música escuchamos, fotografiar cualquier cosa que
estemos haciendo, recibir llamadas, mandar e-mails, publicar en redes sociales,
grabar video y al mismo tiempo recibir información inmediatamente de prácticamente
cualquier cosa, sin necesidad de cargar con un Smartphone o un Tablet. Esto
acelera las condiciones para por ejemplo lo que Ritchin llama el uso social de
la fotografía, llenando un caudal de información de sucesos como
manifestaciones.
Google Glass |
La gran lección de Ritchin creo es “utilizar los medios
digitales de manera innovadora y poco convencional” (2009, p.143), y tiene que
ver más con el propósito de cada una de las herramientas y no devaluarlas, algo
que veo improbable por el uso que ya se le da a las redes y otras herramientas
de la Web 2.0 y si las herramientas no nos son útiles, entonces crear nuevas
plataformas; nos queda entonces como elaboradores de productos artísticos no
desaprovechar las oportunidades que nos da la era digital y tratar desde ahí y
desde cualquier lado una transformación hacia lo reflexivo.
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